"La cata" de Roald Dahl

La editorial Nørdicalibros nos trae maravillosamente ilustrado uno de los cuentos del mejor cuentista sobre un cuentista. Me explico: La cata (titulado originalmente Gastrónomos) es un cuento de Relatos de lo inesperado de Roald Dahl, uno de los mejores escritores de cuentos del pasado siglo. Muchos de sus cuentos se han llevado al cine como Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, 2005) y se han ilustrado otros cuantos.

Ahora, este cuento está disponible en las mejores librerías y no deja de ser una edición para adultos más que para niños, incluso recuerda vagamente a Dorian Grey. El cuento trata de una apuesta que se hace durante una cena para adivinar un clarete de Burdeos y que acaba estrepitosamente como no podía ser de otra forma con los pedantes del vino.

El cuento es breve, divertido y excitante. Muy interesante para tomar una copita de clarete que inspira el texto. También, recomiendo la lectura de otros cuentos de Dahl, así y como que juguéis a Gastrónomos (sumiller) pero sin apostar, claro.

Por fin un Moscatel seco!

Hace tiempo que los vinos de Juan Gil se merecen una entrada en este blog, pero inexplicablemente el momento oportuno no llegaba. Quizás el hecho poco inusual de encontrar un vino de Moscatel seco monovarietal (de un sólo tipo de uva) me ha puesto finalmente entre la espada y el teclado del ordenador.

La Moscatel está, a mi parecer, demasiado relegada a los vinos dulces y coupages (mezclas), una tarea nada despreciable pero que tiene connotaciones de "liga menor" por el absoluto dominio de los vinos secos. Esta propuesta de Juan Gil me parece sobresaliente y necesaria. Precisamente, la Moscatel es una cepa con mucha historia en el mediterráneo romano y con una capacidad aromática extraordinaria, además, es la única que se puede consumir como vino, pasa o simplemente como fruta. Demasiadas virtudes como para ignorarla. La reivindico!


Cata: limpio, blanco marfil. Azahar, miel, humo, menta, moho de curación.  Buena acidez, equilibrado, persistente.
Maridaje: ensaladas en general, cus-cus, pescado frito, aperitivos y charlas. Lecturas clásicas griegas (Homero, Plauto, etc.) o música etno-jazz como Zakir Hussain o Ali Khan.

Cella Vinaria de Teià

Cada año, al comienzo de la vendimia, en la localidad de Teià perteneciente a la DO Alella, se celebra este acto romano que invita a los niños a conocer los rituales de los antiguos pobladores de la comarca del Maresme.





Para ignorantes


Los amantes del vino y los cómics como yo estamos de enhorabuena. La mítica editorial Cúpula nos trae del país vecino Los ignorantes, una novela gráfica sobre un año de convivencia de un viticultor y un autor (Leroy y Davodeau).

Los dos protagonistas, completamente "ignorantes" del oficio de otro, descubren todo un mundo nuevo lleno de arte y pasión por ambos lados. En la parte enológica, es interesante adentrarse en las labores de Leroy en la viña pues trabaja la biodinámica. Y por el otro lado, introducirá la novela gráfica a los no iniciados, ya que es un género un tanto olvidado y menospreciado en este país. Quizás el único "pero" de la obra es el excesivo ensalce de los vinos y cómics franceses, que aunque sea merecido, en ocasiones uno tiene la sensación algo chovinista.

Ah! lean con vino, por favor. Mejor si es uno de la lista que se imprime como colofón que son los que  la pareja cata durante ese año.

Enlace a "Los ignorantes"

En verano se hacen amigos


Los calores son propicios para muchas cosas, entre ellas se cuentan: descansar, hacer amigos o novi@s, y también beber más vino blanco. Seguramente, por eso de que se sirve más fresco, incluso porque suele ser más ácido y más ligero que el tinto.

Este verano, recomiendo para los calores a estos dos amigos, dos blancos bien distintos, pero igual de descamisados y simpáticos. Ànima de Raimat tiene un carácter ácido muy interesante, con recuerdos aromáticos de peras y albahaca. El Jardins de Perelada es más frutal y sosegado, tropical con piñas y cítricos, sobre todo.

Ambos representan bien el verano, las brisas de la noche en las que a uno se le despierta el apetito y la charla. Os recomiendo enfriarlos mucho, un toque de congelador antes de servirlos y acompañarlos de algo ligero para el diente.

Enlace a Jardins
Enlace a Raimat

El Maestro, Margarita y el D-12


El día de Sant Jordi, en Barcelona, compré una nueva traducción de El maestro y margarita que, a mi juicio, es uno de las obras más impresionantes de la literatura universal. Mientras iba devorando capítulos pensaba con qué vino maridar mis lecturas crepusculares, pues libros de esta talla requieren un acompañante físico, no imaginario, vamos, como un médium entre la página impresa, mi mente y el sofá, algo que me amarre poéticamente a la tierra en mi flotar literario.

Haciendo un repaso de memoria a los vinos maridables no se me ocurría nada particularmente apropiado, y de repente, llegó a mi casa por mensajero el D-12 que me lo enviaban desde La Rioja, concretamente, los de Lan. ¿Será el destino o una fuerza maléfica?  En cualquier caso, Eureka! Como caído del Infierno, pues de eso trata el libro, de cómo el Satán extiende sus garras sobre la Unión Soviética, inspirada claramente en el Fausto de Goethe.

Pues ahí lo tenemos, la vainilla que nos recuerda Margarita, y el tacto aterciopelado al diablo, porque no se crean que el príncipe de la las tinieblas va envuelto en un manto de fuego. Satán es un dandi, erudito y refinado. Además, como ya dije en una entrada anterior la suavidad del D-12 es pura literatura o, cuanto menos, puro divagar cultural que tanto hace falta en los tiempos que corren.

Sin embrago, para los que no leen, también les recomiendo maridar al D-12 con algún plato. Para ser algo más originales que con la típica carne, lo recomiendo para un cous-cous con salteado de verduras, o para empedrados de judías o arroz, por ejemplo. Ya que grandes o menudos lectores también tienen que llenar el estómago en algún momento del día.

Vino de "Messi"


Como otros VIP, ya sea del mundo del espectáculo o del deporte,  Leo Messi eligió el camino del vino para sus actividades extra-profesionales. Pero, como los hijos de los célebres, nunca están a la altura de sus padres. Esto es lo que le pasa al Leo, un monovarietal de Malbec. Además, su precio es un tanto elevado por poco juego que da.

En realidad, no es un mal vino, pero se espera mucho de Leo, siempre. Para mi gusto, es un tinto para quesos, que tan difíciles son de regatear. Y no se crean que el queso nació para estropear los vinos, sino para salvarlos en el último minuto. Sin embargo, este no es el caso, Leo aguanta bien sus patadas, incluso hace buenos regates. ¿Y lo del precio? Se paga, que es para una fundación infantil.

Una cosa imperdonable es que la etiqueta sea una camiseta ¡BLANCA! Una mala pasada o un despiste imperdonable, ¡le hubieran puesto la albiceleste al menos! Yo como soy barcelonista, se la pinté azulgrana no sea que se me agrie el vino en boca.

Enlace a "Leo"

Un vino por los aires


... o un vino de altos vuelos sin la galantería de la enología casposa. He aquí un vino sin marqueses, sin escudos de armas ni coupages recalcitrantes. Tenemos un tinto hecho por artistas de la fantasía, con iconografía circense a base de garnachas.

El "hombre bala" nos demuestra que el vino se puede reinventar, reconstituir, rejuvenecer. No diré que partiendo de cero, pues se elabora con cepas viejas, pero sí, tomando altura y viendo las cosas desde otra perspectiva. Todavía queda margen para la creatividad en este mundo del vino y esto lo han aprovechado tres enólogos que se hacen llamar Comando G (nunca me perdía un capítulo en mi infancia) y Quim Vila de la Viniteca para lanzar esta marca.

Y en cuanto al vino, ¿qué? Bueno, muy bueno, tal vez algo subido de precio, pero eso precisamente no te hace bajar de la nube. Garnachas como garnachas: frutos rojos maduritos, pero además, aromas de flores y piedras con rocío, huele a monte, frescor, mucho frescor. Entra también como una bala, rápido sin darte cuenta, y cuando te das cuenta con los amigos, el casquillo está vacío.

Cénalo con amigos, pasta, gnocchi con pesto siciliano, una tortilla o Quiche de verduras. Y seguid después con cine o música para acabar el número.

Enlace a "El hombre bala"

Gadgets #1: tapones


¿Qué pasa con los vinos inacabados? Pues que se convertirán en calabaza a las 12h. Todos los vinos, al poco tiempo de descorcharse, empiezan su rápida y progresiva decadencia ¿Podemos hacer algo? Poco, taparlo y conservarlo en el frigo ¿Por cuántos días? Los que la sensibilidad de tu gusto te permitan. Aunque para mi gusto no más de tres estirando muchísimo, los blancos o cavas son en mi opinión más bebibles tras unas horas/días que los tintos.

Sin embargo, muchas veces nos quedan algunas medias botellas que da mucha pena sacrificarlas por el desagüe ya sea por su coste o porque nos ha gustado el vino queriendo repetir la experiencia al día siguiente. Existen infinidad de tapones para no tener que usar el mismo corcho del vino pues suele pasar que el tapón no está en óptimas condiciones y le confere aromas leñosos al vino, o porque es de plástico y no ha forma humana de volverlo a cerrar, o porque está muy desmenuzado tras una descorchada poco hábil, o mil otras cosas.

Sería recomendable que todo el mundo tuviera en su casa a mano, además de un sacacorchos, un juego de tapones. No hace falta que sean de esos que puedes hacer el vacío en la botella y dejarlo casi como salido de la bodega, basta con un tapón hermético, que no se rompa y que sea fácil de poner y sacar. Yo uso estos de caucho que parecen tornillos que los compré en un museo. Son excelentes, fiables y, además, originales.

A qué huele el campo?




Hay casos en los que la ficción supera la realidad, o como mínimo la dulcifica. El campo es un lugar duro para el ser humano y lleno de contrastes: frío - calor, tierno - cruel, bello - abrupto. Para los de ciudad, el campo es hermoso hasta que el olor a estiércol penetra a través de la ventanilla del coche. Ahí se acaba lo bucólico.

La idealización del campo se hace en la ciudad, a la que llegan sus productos listos para el consumo sin las asperezas de procedencia. Los urbanitas sólo apreciamos su lado más atractivo y refinado, manos limpias y sin cortes. Y esto es justo lo que pretende el "Perfum", traernos los aromas de flores, miel, rocío y fruta ácida del campo para seguir mitificándolo.

El "Perfum" es el lado bonito del campo, sus aromas más deseados que nos recuerdan a los de una mujer, tanto en la vertiente Madre Tierra o en la versión más perversa del protagonista de la obra de Patrick Süskind. Lo que sí es cierto, es que este vino suele agradar en general más a las mujeres que a los hombres, sea por alguna de estas afinidades o porque muchos hombres, y por suerte cada vez menos, no saben cómo comportarse ante la delicadeza desbordada.

Y ahora sólo nos queda saber cuándo "perfumarnos", pues yo diría que en muchas ocasiones. Para llamar la atención, es decir, cuando queremos atraer a alguien: "quédate a comer o al menos tómate una copita". También cuando cansados de un día entre el tufo de ciudad, llegamos a casa, nos damos una ducha y nos sentamos a escuchar música, que sea Chopin por consonancia. Ah! que se nos ha olvidado la comida, pues bien, yo lo emparejaría con una ensalada elegante, de esas con marisco o salmón ahumado, o queso de cabra. 

Por cierto, recordar que al degustar un vino, mejor no echarse colonia ni perfume encima. No creo necesario explicar el por qué.

Enlace a Perfum

Maridajes #11: Viernes Santo


El viernes de Semana Santa siempre hemos comido en mi familia un guiso a la cazuela de bacalao con alcachofas, guisantes y huevo duro. Es un plato tradicional en Catalunya, bastante humilde y sencillo, sin embargo, es exquisito y uno no termina de mojar pan hasta que no haga falta fregar el plato.

El primer impulso para maridar este plato sería un blanco con crianza, pero los que lo han probado saben de sobra que es muy pesado, que la picada del sofrito lleva bastante almendra y/o avellana, lo que lo hace intenso y "carnoso". Como véis en la foto, nos servimos vino tinto con un poco de madera, tampoco demasiada, un crianza o máximo reserva. Personalmente, con este plato me gusta tomar vinos de garnacha monovarietales o coupages con alto porcentaje de ésta, del Penedés o Montsant, pero si tienen otra preferencia de origen también estaría bien.

Feliz Pascua!

Vamos a hacer el vermú: de Batea en Barcelona por el camino de la amargura

Se dice que el vermú llegó a Cataluña en el siglo XIX, supuestamente desde Italia, y desde entonces se ha convertido en una bebida muy popular. A pesar del declive en su consumo durante algunas dédacas, la práctica social de "ir a hacer el vermú”, que se realizaba entre la misa y el almuerzo, ha resurgido en los últimos años en una vertiente más laica y urbanita. Así pues, os propongo, antes de sentarnos cómodos a la mesa, ir a hacer un paseo, o mejor dicho, un camino, el de la amargura.

Nuestro recorrido imaginario tiene lugar al mediodía en una estación templada. Estamos en la Terra Alta, concretamente, en Batea. El Sol todavía no está en el zenit, pero casi hace desaparecer las sombras del arcos de la calle Mayor por donde paseamos hasta la bodega Casa Mariol, la primera parada de nuestro camino. Su vermú está envasado en una botella chata y ancha, como un obús de los que se usaban en el Ebro durante la Guerra Civil. Esto nos da una idea de su continente: un vino potente y explosivo. Me sirvo sólo un tercio del vaso. Una de las serigrafías de la botella me informa de que tengo permiso para rebajarlo con sifón, pero desisto, me gusta sentir todo el sabor original. Y, efectivamente, el obús me estalla al narices con su carga de ratafia (licor catalán). Para volver en sí, necesito unas patatas bravas, unos chicharrones o un panecillo con jamón. Cuando me acostumbro al aroma y sabor de las nueces verdes que son muy evidentes en este vermú, pienso que no está mal para empezar este camino un proyectil tal calibre. Si a estas horas del mediodía uno todavía albergaba pereza, el Mariol no te la quita de cuajo.


Cruzamos el Ebro por Miravet con el paso de la barca. La vista desde el castillo es impresionante como su historia: una fortificación que ha superado todos los conflictos peninsulares. Después, seguimos hasta Falset donde en la cooperativa centenaria nos espera el vermú reserva. Con una receta antigua como las viñas de la comarca, nos encontramos con un vermú de gala, nada de las botas rancias que repartían vino a chorros como en las bodas de Caná. Este es un vermú señorial de olor de tabaco y eucalipto para después de la misa. Lo tomo en el hostal Sport con unas aceitunas maceradas con guindilla, unas chips y frutos secos de la zona. 

Sin dejar ni una gota en el vaso, marchamos hasta Reus, toda una tentación para hacer un descanso, pero como no hay sesión matinal en el teatro modernista, prosigo algo más allá, hasta el Morell, a medio camino entre la ciudad de Gaudí y Valls. Esta parada es la del conocidísimo Yzaguirre, un vino merecidamente popular, pues es muy equilibrado y fácil como un Martini, pero infinitamente mejorado y artesanal, además es dócil de beber y maridar. Decido acompañarlo con unas banderillas, croquetas de setas y un poco de queso tierno de cabra. Muy cerca, unos señores que cuecen calçots me dan un puñadito que también marido con el vermú. No ligan del todo mal con el Yzaguirre, pero para un aperitivo, preferiría su versión rebozada. Cabe decir que hay quien bebe vermú incluso para comer, pero yo soy de los que no lo sirven cuando la mesa está ya puesta. A pesar de que no hay ningún impedimento de peso para no hacerlo, yo me aferro a mis ilógicas costumbres familiares de acabar con el vermú antes del primer plato.

Ahora, dejamos la provincia de Tarragona y cruzamos el Penedès sin pararnos en este recorrido. Una vez pasado los ríos Llobregat y Besòs que delimitan Barcelona, enfilamos hacia la comarca del Maresme, a una de las villas costeras de la DO Alella, El Masnou, donde cuenta la leyenda había más de trescientos capitanes que hacían la ruta con el Nuevo Mundo. Aquí, encontramos un vermú centenario, el elaborado por Cisa a pie de playa. Buscamos un chiringuito donde poder disfrutar de la brisa marina y las paisajísticas vistas de Barcelona que nos ofrece la costa. El Cisa es muy suave pero en ningún caso pierde la amargura. La mejor opción para él, y es no por sugerencia de la zona, son los frutos de mar: berberechos, almejas y mejillones, mejor al natural o con limón que en escabeche. Algo más fuerte de textura y sabor nos enturbiaría el placer del vino.

Dejo el diario bajo el servilletero para no se vuele con la brisa y emprendo el camino hacia Barcelona. Esta aventura desde el Ebro  me recuerda a la de Antoni de Montpalau, el legendario protagonista de Les histories naturals, un clásico de la literatura catalana. En la capital no hay bodegas productoras, claro que no, pero hay una constelación de bares donde ir a hacer el vermú. Algunos hacen sus propias mezclas, otros los compran a granel en las cooperativas, y también hay bares que te sirven lo que acabamos de degustar. Los bares más interesantes para el vermú se encuentran en el Gótico y al Raval, hay mucho donde rebuscar y elegir, a pesar de que la mayoría ya han sido ocupados por hipsters. En el bar Montse, al lado del teatro Romea sirven uno de muy bueno, pero hoy amarro en la Cala del vermú, en la calle Copons, cerca de la Catedral. Me sirven en la barra, uno de la casa con hielo y limón que no me molesto ni en preguntar la procedencia. Esta vez me lo beberé solo, sin maridar para no rehuir la comida que me espera.

Pago la cuenta y me voy paseando para hacer un hueco al almuerzo, mientras, reflexiono sobre Hipòcrates quién se cree el verdadero inventor del vermú envés del el italiano Antonio Benedetto Carpano. Creo más en las propiedades medicinales del vermú (por las hierbas) que en la idea de enmascarar un vino malo como hacía Carpano. Además, el vermú me transporta imaginariamente, como este camino, a la forma de degustar el vino antiguamente, es decir, macerado y aromatizado, justamente al contrario de cómo lo bebemos hoy en día: seco, limpio y medido en aromas. Pienso que “ir hacer el vermú”, también, puede llegar a pensarse como una forma social bien antigua, un lugar de reunión y discusión como una ágora vinícola que vale la pena conservar como ritual, como mínimo, dominical.

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